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Jóvenes que juegan a matar

Publicado en “La Opinión” de Tenerife

http://www.laopinion.es/firmas/2010/04/20/jovenes-juegan-matar/281902.html

La frialdad del asesino provoca nuestra estupefaccion. La frialdad y al mismo tiempo la capacidad de planear. Todo ello aún nos deja más consternados si el asesino es casi un niño, un menor de edad.
Dicen que la chica que confesó haber matado a la adolescente de Seseñas con toda hipocrecía averiguó qué servicios contaba el centro donde iba a ser recluída, somo si se tratara de un hotel.
Dicen que algunos adolescentes asesinos se burlan de los padres y de la policía. Prueba de ello es que las autoridades aún están reomoviendo cielo y tierra para encontrar el cuerpo de Marta del Castillo.

Jóvenes que juegan a matar

Dicen que utilizan las redes sociales de internet para colgar escenas violentas a profesores, o cómo son capaces de quemar vivo el cuerpo de una indigente que duerme en el local de un banco en Barcelona.
Dicen estas cosas y muchas más. Los medios de comunicación, los profesores asustados, los padres que se sienten impotentes.
Estos chicos no han crecido en los suburbios de un país dominado por las mafias juveniles callejeras.
Estos niños no han padecido el infierno de las guerras tribales, ni la desesperanza y el horror de los destierros masivos.

Han ido al colegio, se han cruzado con los vecinos por la calle y nada en ellos ha hecho sospechar que eran la encarnación de una especie de “niña del excorcista”. Raros, los califican algunos; que les gustaban las imágenes góticas dicen otros. Pero ello no revela nada nuevo, nada específico que pudiera hacer presagiar el terrible acto de matar. Matar como si fuera un juego, solo o en pandilla. Matar como un acto del que enorgullecerse. Matar porque ella no le dio el beso que esperaba, o porque no obedeció al algún tonto capricho.

Hablar de crisis de valores es un subterfugio, un lugar común, una coartada. Los valores siempre están en cuestión porque es la tarea de una generación con respecto a la que le antecede. Y hay momentos de guerras mundiales en donde los valores caen a trompicones, y es preciso construir nuevamente las ciudades como los principios y las normas de convivencia.

Participo fuertemente de esta consternación. Y ese sentimiento hace que no quiera encontrar explicación teórica alguna a estos actos porque toda explicación me suena a justificación. Y no quiero justificarlos en absoluto. Elijo permanecer con el sentimiento de impotencia y muchos interrogantes sin respuesta.

 

 

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